Compartimos la columna de la periodista Natalia Nieto, emitida en Aries FM.
Así se denomina la guía informativa elaborada por el Observatorio de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (NNyA) de la Defensoría del Pueblo bonaerense, en el marco del Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Por supuesto, está destinada a chicas, chicos y adolescentes en edad escolar y apunta a poner en cuestionamiento aquellos actos que buscan negar, relativizar o trivializar el terrorismo de Estado o los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en la Argentina durante la última dictadura cívico-militar. Es que aunque cueste creer, todavía hay quienes siguen “versionando” la historia.

“Nuestro objetivo es contribuir a consolidar los postulados de memoria, verdad y justicia en la Argentina. Entendemos que no puede haber lugar para los negacionistas que, a 45 años del golpe genocida, aún insisten con rechazar que en nuestro país existió un plan sistemático de desapariciones forzadas, asesinatos, torturas y apropiación de bebés”, explicó Walter Martello, que es el defensor del Pueblo Adjunto de la provincia de Buenos Aires y responsable del Observatorio de Derechos.

Para ponernos en contexto, el término negacionismo surgió para rechazar que haya existido un genocidio perpetrado por los nazis a la población judía y otras minorías durante la Segunda Guerra Mundial; y luego se extendió a otros genocidios como el ocurrido durante la última dictadura cívico-militar que tuvo lugar en la Argentina (1976-1983).

Este tipo de comportamientos y discursos que niegan, al menos parcialmente, la realidad de ciertos sucesos históricos percibidos por la mayor parte de la sociedad como hechos de máxima injusticia, siguen existiendo y los tenemos acá no más, “a la vuelta de la esquina”.

Basta con recordar la polémica previa a la asunción del gobernador Gustavo Sáenz y su gabinete, cuando se supo que iba a designar a un defensor de la dictadura al frente de Seguridad. El mismo coronel retirado que en su cuenta de Twitter objetó la versión “tuerta” del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976; defensor acérrimo de “las dos vidas”, admirador del excarapintada Juan José Gómez Centurión y opositor a los juicios por crímenes de lesa humanidad.

Tal es el perfil del ministro de Seguridad de Salta, el exmilitar Juan Manuel Pulleiro, a quien los organismos de Derechos Humanos lo tildan de negacionista. En 2019 cuestionaron que no fuera un civil el encargado de conducir a los más de 11 mil policías salteños, pero en cambio Sáenz presentó a su exresponsable del Plan de Recuperación y Mantenimiento de Plazas Barriales en la municipalidad “como “un hombre de la democracia”.

El “hombre de la democracia”, mostró en Twitter su decepción con “el farsante” Mauricio Macri y vía retuits, objetó la versión “tuerta” del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y le “pidió perdón” a los detenidos por los crímenes de la dictadura. Pulleiro también reivindicó en público el Combate de Manchalá, el enfrentamiento que tuvo lugar en esa localidad tucumana, en 1975 y donde el Ejército reprimió a un grupo guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en el contexto del Operativo Independencia.

Eso pasó en 2017, cuando Pulleiro era el comandante en jefe de la V Brigada de Montaña. Después se atajó y dijo “yo no niego el terrorismo de Estado. Era muy chico. Cuando empecé mi carrera estábamos en democracia. Comparto con Sáenz una filosofía de vida humanista para el bien común”.

Claro, eso fue minutos después de haber empezado su ciclo como ministro de Sáenz, quien también ensayó una defensa curiosa de Pulleiro: “Es un hombre de la democracia, nació en la democracia al igual que yo. También tengo a mi colaborador más cercano que perdió a su padre en Palomitas. Tenemos al señor Pulleiro por un lado y a alguien que perdió a su padre en Palomitas”. Ese “Alguien” es Pablo Outes, cuyo padre fue asesinado en la Masacre de Palomitas, el fusilamiento de once presos políticos, en la cárcel de Salta en julio de 1976. Y por cierto, Sáenz nació en la democracia, pero entre los 7 años y hasta los 14, vivió la Dictadura. Seguramente, algo recordará de la época más oscura de la Argentina.

De esa forma, Sáenz buscó plantear una suerte de empate ideológico dentro de su gabinete y aunque en Salta, la designación del excoronel le valió protestas protagonizadas por la Red por la Defensa de los Derechos Humanos, el ministro de los 509 seguidores en Twitter, sigue firme en su puesto. De paso, para los seguidores de las redes sociales  Pulleiro retuitea casi todo lo que dice Gustavo Sáenz. Salvo el último tuit, en el que el gobernador escribió “A 45 años del último golpe de Estado en nuestro país, reflexionemos sobre un pasado que #NuncaMás queremos repetir. Sigamos forjando una democracia con #Memoria, #Verdad y #Justicia”

Es que a pesar de que el Gobierno no lo reconoce, en plena democracia, Pulleiro carga con lo peor de la pandemia, porque al cuestionado Decreto 255 que le atribuyó competencias excesivas a la jefatura de Policía el año pasado, se le sumaron muchos ciudadanos con distintas lesiones y vejaciones por parte de la Policía que él comanda. Además de todos los apremiados, por lo menos ocho salteños perdieron uno de sus ojos. Todo esto, supuestamente, en pos de controles sanitarios enmarcados en el aislamiento social preventivo y obligatorio. Y en plena democracia.

¿Por qué, entonces, en la Provincia de Buenos Aires, se elabora una guía informativa para niñas, niños y adolescentes? Para que conozcan conceptos que resultan claves para entender lo que sucedió durante la etapa histórica más oscura de nuestro país. Se explica en forma breve y concisa por qué debemos hablar de dictadura cívico-militar, qué es el terrorismo de Estado, las desapariciones forzadas y los crímenes de lesa humanidad; y se pone énfasis en la obligación indelegable que tiene el Estado de garantizar el derecho a la memoria, la verdad y la justicia. Bien valdría la pena enseñar a nuestros estudiantes que en Salta hubo al menos 240 desaparecidos y que muchos de ellos, eran alumnos del secundario.

Negar nuestro pasado está mal. Hacer como que no pasa nada, en el presente, también.